Es bueno saber que Dios no nos ha llamado a improvisar nada en la vida, ¡sólo tenemos que aplicarnos a hacer lo que Él nos comisionó a hacer! Tenemos que aprender a vivir en su plan perfecto. Seremos recompensados no por hacer las cosas más importantes, sino por hacer las cosas que nos tocan hacer y por hacerlas bien.
Cada quien tiene una labor específica en la vida, cada quien ha sido asignado, llamado y comisionado por Dios a algo. No hay alguien que sirva para todo, como tampoco existe alguien que sirva para nada. Saulo, después llamado Pablo, aceptaba ser el apóstol a los gentiles y no a los judíos; pensaban que el plan de Dios era sólo para ellos, y menospreciaban a los gentiles.
Muchas veces sentimos que la labor que nos ha tocado hacer es cosa menor, es una labor pequeña, de poca importancia, sin darnos cuenta de que Dios tiene una perspectiva diferentes a la nuestra. Dios quiere que entendamos la importancia de estar en sus propósitos y vivir contentos con ello.
No menosprecies lo que estás haciendo hoy en el reino de Dios. Humildad es saber y entender para qué fuiste llamado. No tienes qué proclamar quién eres. ¡Tus obras lo dicen! Piensa por un momento: ¿cuál es tu papel en el cuerpo de Cristo? ¿…Ayudar? ¡Entonces ayuda con ánimo. ¿…Es orar? ¡Ora con fervor! ¿Discipular a alguno? Házlo con amor.
Maneras en que dejamos nuestro propósito
Por descuido. María y José colaboraban con Dios en el cuidado e instrucción de Jesús hasta el tiempo señalado por el Dios Padre. Ellos cuidaron de aquel niño pero cuando Jesús tenía 12 años, se perdió. ¡Ellos por un momento se desenfocaron de una comisión tan importante! ¿Cómo es posible que se les perdiera su hijo? ¡Es casi imposible entender semejante descuido! ¿…Acaso pensaron que alguien más lo estaba cuidando, que alguien más estaba haciendo su labor, que todo estaría bien?
Déjame decirte que las cosas jamás estarán bien cuando somos irresponsables con lo que nos toca hacer. Tu labor es tu labor y nadie mas que tú la debe realizar.
Las consecuencias del descuido (Lc. 2:43-49). José, como cabeza de familia, directamente responsable de cuidar a ese niño, por su descuido a partir de ese momento, la Biblia no vuelve a mencionarlo. Él habría perdido en un momento la responsabilidad de cuidar a Jesús. ¿Qué habría sucedido si Jesús se pierde? Dios lo cuidó. Imagino que hubo una gran movilización de ángeles, porque a aquellos a quienes se había comisionado, para ello habían soltado el propósito. ¿Cuántas veces soltamos el propósito? Y cuando, después de tres días encontramos al niño: ¿porqué te perdiste? ¿Qué no tiene cuidado…?
A menudo somos responsables e incapaces de reconocer que la culpa es nuestra. Las ovejas se pierden por descuido, las empresas quiebran por descuido, los hijos se pierden por descuido, lo más importante se pierde porque la gente se enfoca en otra cosa.
El cansancio. Cuando las prioridades cambian. Esto lo vemos claramente en el caso de Esaú, quien vendió su primogenitura a su hermano Jacob en un momento de cansancio, bajo la influencia del ¿ya para qué? Y del nada tiene sentido. No puedo ver más allá, dejó de ver lo que realmente importaba. No le robaron la primogenitura, ¡él la vendió!
En medio de cansancio extremo, tomamos malas decisiones y perdemos de vista las prioridades de nuestra vida. ¡Puedes estar cambiando lo mejor por lo peor! Cuando ya habiendo descansado, Esaú se dio cuenta de lo que había hecho y al ver la pérdida de su primogenitura, lo lamentó con lágrimas, pero ya no pudo recuperarla. Procura que esto no te suceda a ti (Gn 25:29-30).
La pérdida de la esperanza y de la visión viene cuando nos sentimos demasiado cansados. José fue uno que, aún en la cárcel, padeciendo por amor a la justicia, nunca perdió la esperanza. Tomaba acción en las cosas pequeñas, no dejaba pasar las oportunidades; estando sólo y atribulado, jamás dejó de confiar en Dios. Cuando se requirió que interpretara sueños, estaba listo para hacerlo: seguía teniendo fuerzas en medio de la prueba. Supo tener dominio y reposar en su alma en medio de la tribulación. ¡Debemos descansar! No somos más fuertes que Dios. Si Él mismo descansó de sus obras, cuánto más nosotros también debemos descansar.
Piensa hace cuánto que no tomas un respiro. Debes pensar con claridad, buscar la voluntad de Dios, escuchar a Jesús. Y eso no lo vas a lograr en el bullicio de las miles de cosas que te rodean y el estrés del trabajo. Busca tiempo para oír a Dios, busca tiempo para descansar. No vivas para trabajar, trabaja para vivir. Nuestra esperanza debe ser el escuchar: “Bien, buen siervo fiel, ¡en mucho te pondré!” Entra en el gozo de tu Señor. Vale la pena soportarlo todo con tal que alcancemos este día.
Vamos, ¡levántate! Toma ánimo en tu corazón. Es hora de seguir corriendo la carrera de la vida con nuevas fuerzas. ¡Dios está contigo! Él te dará la fortaleza, enfócate de nuevo a lo que Dios te ha entregado, Él te dará la fortaleza para lograrlo. A su tiempo verás el fruto de tu labor con gozo y dirás: Ha valido la pena. Esfuérzate y sé valiente, no temas ni desmayes: el Santo de Irsael está contigo.
Pastora Zachiel López
Julio 2015.